Joaquín Bermejo, Unidad de Enfermedades Infecciosas, Hospital Español, Red AMR.

En los próximos meses, frío, enfermedades y vacunas serán palabras frecuentemente asociadas en el diálogo cotidiano. En los países de clima templado, como el nuestro, las enfermedades respiratorias incrementan su frecuencia durante las estaciones de otoño e invierno. Las razones pueden ser múltiples pero una muy sencilla de explicar es que durante los meses fríos mucha gente vive durante muchas horas del día en ambientes cerrados, éstos a su vez son menos ventilados y soleados. Como resultado, toda afección que se transmita por vía aérea, lo hace de manera más eficiente.

En cada otoño e invierno, gripe y neumonía parecen inseparables conocidos y algo de cierto hay en esta observación. La gripe es una enfermedad viral aguda estacional que ingresa por el aparato respiratorio y genera malestar general pudiendo comprometer la vida de una persona, especialmente si se trata de alguien que arrastra otras enfermedades debilitantes. La neumonía bacteriana puede aparecer como una complicación de la gripe y el agente causal más frecuente es el neumococo, una bacteria que en ocasiones gana acceso a la sangre y a las meninges con la gravedad que eso implica. Podríamos decir que la gripe abre las puertas del aparato respiratorio al neumococo y a otras bacterias con menos frecuencia.

Además de medidas que han ganado popularidad en los dos últimos años, como el lavado de manos y evitar el “efecto aerosol” al estornudar o toser, las vacunas constituyen un instrumento de probado valor en la prevención, fundamentalmente de los más susceptibles. Dos vacunas están muy vinculadas entre sí cuando pensamos en prevenir enfermedades respiratorias de los adultos, la vacuna antigripal y la vacuna anti-neumococo. Gran parte de los criterios para la indicación de estas vacunas son comunes a ambas. Así diabéticos, bronquíticos crónicos, enfisematosos, insuficientes cardíacos, independientemente de su edad y mayores de 65 años deben recibir ambas vacunas. La vacuna antigripal ha de renovarse anualmente en virtud de los cambios estacionales que pueden experimentar los virus causantes, mientras que la vacuna anti- neumococo nunca debe repetirse antes de los 5 años y la necesidad de revacunación debe ser definida por un profesional. Si un paciente reúne criterios para aplicarse ambas vacunas es de buena práctica administrarlas de forma simultánea, en distinto sitio, pues de esa forma la respuesta productora de anticuerpos es superior que haciéndolas distanciadas en el tiempo. Existen algunas indicaciones especiales, por ejemplo, la vacuna anti-neumococo debería ser administrada a personas entre 19 y 64 años que sean fumadores de cigarrillos, padezcan asma o afecciones que comprometan su inmunidad, especialmente aquellos a quienes se les ha extirpado el bazo. Una indicación poco difundida de la vacuna antigripal es su aplicación a mujeres que van a cursar su segundo o tercer trimestre de embarazo durante los meses fríos. La mujer con embarazo avanzado tiene una restricción respiratoria motivada por el crecimiento del útero grávido y esto puede condicionar un pronóstico peor en una neumonía. Las vacunas antigripales actualmente disponibles no constituyen ningún riesgo para la madre y tampoco para su bebé.

Los beneficios demostrados por la administración de vacunas para la prevención de enfermedades son innumerables. La motivación a utilizar estos útiles instrumentos debe ganar adeptos tanto en la sociedad como entre los profesionales de la salud ya que actualmente la subutilización de este recurso es inaceptablemente alta.

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